Historia política: Genealogía y discurso

El artículo propone un nuevo enfoque para el estudio del cambio político y social, integrando tres tradiciones teóricas clave: la Historia Conceptual (específicamente la Begriffsgeschichte alemana), el Análisis Crítico del Discurso, y la Genealogía de Foucault. Esta perspectiva busca superar las limitaciones de las historias nacionales teleológicas, ofreciendo un análisis más complejo y nuançado de los procesos históricos. Se argumenta que el conocimiento de la procedencia y el uso de los conceptos es crucial para explicar los cambios sociopolíticos. La investigación se centra en el caso del concepto de ciudadano en el Río de la Plata durante su proceso de emancipación, sirviendo como un estudio de caso para ilustrar el método propuesto. Se enfatiza la necesidad de discernir el significado de conceptos antiguos y nuevos en el contexto de las grandes transformaciones sociales y políticas actuales, reconociendo que el uso de los conceptos por diferentes actores revela identidades y proyectos políticos. El artículo no pretende ser una introducción a la Historia Conceptual, sino incitar a la reflexión sobre la interrelación entre las tres tradiciones teóricas para deconstruir conceptos clave en procesos políticos.

El núcleo del argumento reside en la convicción de que la comprensión de la procedencia y el uso de los conceptos es fundamental para explicar el cambio social y político. Se reconoce la necesidad de una redefinición de la Historia Política, alejándose de las narrativas nacionales teleológicas y abriendo camino a enfoques más interdisciplinarios. El debate sobre la redefinición de la Historia Política involucra disciplinas como la historia de las ideas, la historia intelectual, la sociología histórica y la propia Historia Conceptual, promueve la interacción con campos como la semántica histórica, la filosofía política y la lingüística. Se mencionan contribuciones críticas, como la propuesta de Pierre Rosanvallon de una Historia Conceptual de “lo político”, y la obra de Keith Michael Backer sobre la Revolución Francesa. La globalización se presenta como un factor que refuerza la necesidad de una perspectiva transdisciplinaria para abordar las preguntas del presente a través del análisis del pasado. La influencia de Tulio Halperin Donghi en la historiografía argentina, particularmente su enfoque en la interacción entre estructuras y contingencias, es destacada como un ejemplo de la apertura a la sociología histórica, la historia de las ideas y la historia cultural.

Si bien el estudio se centra en el concepto de ciudadano en el Río de la Plata, el objetivo principal es desarrollar una estrategia de análisis teórico-metodológica que articule las tres tradiciones mencionadas. El texto busca trascender el nivel empírico para concentrarse en las consideraciones teóricas y metodológicas, presentando un modelo integrador. Se busca generar un marco analítico capaz de articular los instrumentos teóricos y metodológicos de la Historia Conceptual, el Análisis del Discurso, y la Genealogía de Foucault. La investigación argumenta que la comprensión de los conceptos no solo revela las luchas por el poder, sino que también constituye un factor determinante de las mismas. El objetivo último es contribuir a una nueva Historia Política, más allá de las perspectivas tradicionales, que incorpore la pluralidad teórica y metodológica para enfrentar los desafíos de la situación actual, especialmente el debilitamiento del modelo de Estado-nación.

La sección introduce la Begriffsgeschichte (Historia Conceptual) destacando su origen en la obra de Reinhart Koselleck, Kritik und Krise (1959/1989). Koselleck analiza la modernidad como un proyecto emancipador del Iluminismo que entra en crisis tras la Revolución Francesa. Esta crisis, según Koselleck, es irresoluble, convirtiendo al proyecto ilustrado en una utopía y condenando a la modernidad a una situación de crisis permanente. El contexto histórico post-guerra en Alemania, con la necesidad de comprender el proceso que condujo al nazismo, impulsó el desarrollo de la Begriffsgeschichte. En este contexto, se publica en 1972 el primer tomo del Geschichtliche Grundbegriffe (GG), un diccionario de conceptos históricos y políticos y sociales, bajo la dirección de Werner Conze. Koselleck profundiza los fundamentos teóricos de la Historia Conceptual en Vergangene Zukunft (1978). Se explica cómo la Begriffsgeschichte se enfoca en el análisis de la semántica histórica de los conceptos, identificando transformaciones conceptuales ligadas a cambios sociales y económicos a largo plazo. Se analizan las transformaciones del lenguaje político del siglo XVIII como resultado de la democratización del acceso a la información y la ideologización de los conceptos, convirtiéndose en “armas” en la lucha política entre clases y movimientos. La Historia Conceptual busca explicar la conexión entre la continuidad y los cambios en los conceptos políticos y sociales con las transformaciones estructurales de la sociedad.

El método de la Historia Conceptual, según sus creadores, se basa en la integración de la historia social y la semántica histórica para explicar la conexión entre cambios conceptuales y transformaciones estructurales. Para detectar las continuidades, cambios y novedades conceptuales, se requiere una complementación entre la historia social y la historia conceptual. Se analizan fuentes diversas, incluyendo aspectos filosóficos, lingüísticos y económicos, reconociendo que estas fuentes a menudo presentan discrepancias y reflejan intereses de diversas formaciones sociales. El análisis del lenguaje se basa en la distinción saussureana entre langue y parole, reconociendo la lengua como sistema de reglas y el lenguaje como uso contingente de esa lengua. Se utiliza la semasiología (estudio de la evolución del significado de una palabra) y la onomasiología (estudio de las palabras que se refieren a un mismo concepto). Se renuncia a la ambición de abarcar todas las variantes posibles y a la determinación cuantitativa de la presencia de los términos, priorizando el análisis cualitativo. Richter critica la limitación del método en el GG de aplicar la noción de campo lingüístico, sin embargo, no propone una alternativa metodológica concreta. Se considera que el futuro de la Historia Conceptual depende de la adopción de estrategias claras de análisis del discurso.

Se establece la relación entre la historia conceptual y la historia social, diferenciándolas pero reconociendo su complementariedad. Koselleck enfoca la Historia Conceptual en textos y palabras, mientras que la historia social se centra en formaciones sociales, clases y estratos. Para realizar su cometido, la historia social recurre a modelos económicos o sociológicos, mientras que la Historia Conceptual utiliza el vocabulario de la filosofía, la filología histórica, la semasiología y la onomasiología. La Historia Conceptual experimenta una doble tensión: su cercanía a las ciencias del lenguaje sin llegar a la identidad, y su vínculo con la historia social a la que provee explicaciones sobre el uso de conceptos en el pasado. La identidad de la Historia Conceptual se define como la esfera de la lengua y sus límites los de la palabra. Se explora la cuestión de las fuentes, considerando que no deben ser sustancialmente diferentes a las de otras ramas de la historia, pero con mayor atención en las fuentes que revelan cambios en el lenguaje. La genealogía de los conceptos se centra menos en la diversidad de fuentes que en las modalidades de construcción del discurso que los sustenta. Se argumenta que la determinación de las fuentes depende de la precisión del objeto de indagación.

Se distingue entre dos modos de entender el estudio de los conceptos: como categorías formales (formas a priori del pensamiento) o como construcciones discursivas. Las categorías formales, según Koselleck, tienen “una pretensión estructural”, independientemente de su origen. Se contrasta esta visión con una concepción de los conceptos como construcciones discursivas, argumentando que una estrategia que indague la construcción discursiva puede precisar su finalidad. Se define la categoría formal como las formas a priori del pensamiento, diferenciándola de la concepción aristotélica de las categorías como propiedades básicas de las cosas. La Historia Conceptual, al estudiar los conceptos como construcciones, parte de los datos empíricos, a diferencia de las categorías que parten de la dimensión metahistórica. Se plantea que un concepto puede devenir categoría formal, pero que no pueden ser reducidos a la experiencia histórica en su empiricidad. La coincidencia de categoría y concepto en una misma palabra permite establecer una productiva diferencia en sus usos. La importancia de las luchas discursivas por imponer un vocabulario legítimo a través de conceptos clave se subraya como un aspecto crucial para entender la Historia Conceptual.

Esta sección presenta la genealogía de Foucault como herramienta para el análisis del discurso. Se destaca la influencia de Nietzsche, en particular su Genealogía de la moral, y el interés en la cuestión del poder. Foucault rechaza las explicaciones históricas que buscan un origen esencial o un desarrollo teleológico, oponiéndose a la búsqueda de una esencia pura o una identidad inmutable. La genealogía se enfoca en lo singular, lo que no muestra regularidad, lo que se distingue de lo general y de aquello que evoluciona desde un origen. Se requiere un conocimiento profundo de grandes muestras de material para realizar un análisis genealógico. El texto explora la relación genealogía-discurso y genealogía-poder, analizando cómo el poder, no como algo localizado en los regímenes, sino como una relación que impregna todo el sistema político, influye en la constitución de las identidades sociales. El poder no se cristaliza, sino que circula a través de complejas redes de relaciones. Se resalta la necesidad de determinar las estrategias discursivas que legitiman el poder de las fuerzas hegemónicas. Se discute la dificultad de Foucault de definir los límites teóricos del discurso, particularmente la categoría de ‘regularidades dentro de la dispersión’, lo que deja abierta la pregunta sobre las fronteras y la exterioridad de las formaciones discursivas.

Se argumenta que la Historia Conceptual y la historia de los discursos no son incompatibles. Se requiere un análisis de los conceptos que tenga en cuenta los conocimientos lingüísticos, los contextos extra-lingüísticos y los discursos mismos. Este análisis contextual permite determinar los múltiples significados de los conceptos, su contenido y la medida en que pueden ser cuestionados. El texto cita a Reinhart Koselleck en Bödeker (1998) sobre esta interdependencia. Para complementar las perspectivas de Koselleck y Foucault, se utiliza el modelo tripartita de Norman Fairclough (1992) que considera el discurso como una práctica social con tres dimensiones: el texto, la práctica discursiva y la práctica social. Este modelo permite analizar la producción e interpretación de los textos y otros eventos discursivos desde la perspectiva del cambio político e ideológico. Se caracteriza el discurso como diferencial (significación por relación a otros discursos) y relacional. El análisis se centra en el rol del discurso en la determinación de identidades sociales, la formación de relaciones entre individuos, y la creación de sistemas de conocimiento y creencias. Se describen las tres funciones correlativas del lenguaje: identitaria, relacional e ideacional.

El análisis del texto se vincula a los aspectos del lenguaje, incluyendo el vocabulario (cambios léxicos y transformaciones semánticas producto de las luchas sociales y políticas), el análisis de las metáforas políticas, la estructura gramatical y la estructura argumentativa. Se destaca el rol de la metáfora en la constitución de lo social, citando a Laclau y Mouffe (1987) quienes extienden y radicalizan el papel de la metáfora política. Se analiza cómo el análisis del discurso permite comprender las convenciones de los tipos de texto y las suposiciones sobre las relaciones y las identidades sociales que se construyen en ellas. La persuasión como objetivo principal del discurso político se relaciona con la estructura argumentativa del mismo, siguiendo las pautas de la retórica clásica. Se explica la capacidad del análisis del discurso, al usar herramientas de la lingüística, de razonar en términos históricos, incorporando la dimensión diacrónica. El análisis del discurso proporciona una perspectiva tanto sincrónica como diacrónica para estudiar la dinámica de cambios, continuidades y novedades en el significado de los conceptos.

El texto analiza el concepto de ciudadano en el marco de un sentimiento patriótico y la consolidación de la hegemonía criolla. Se utilizan las categorías de ideología y el binomio hegemonía/poder. Se discute la concepción de Foucault del poder como relacional y contingente, que impregna todo el sistema político, circulando a través de redes complejas y constituyendo las identidades sociales. Se hace hincapié en las estrategias discursivas para la legitimación del poder por parte de fuerzas hegemónicas. Se retoma la crítica a Foucault respecto a su imposibilidad de resolver los límites teóricos del discurso y la categoría de ‘regularidad en la dispersión’, lo que lleva a una concepción del discurso sin un centro unificador, donde el sentido proviene de la exterioridad y las discontinuidades. Se introduce la idea de Derrida del logocentrismo y la presencia, y la proliferación de significantes ‘flotantes’ según Laclau, donde la lucha política busca condensar y fijar significantes alrededor de conceptos clave. Se introduce el concepto de indecibilidad, donde la relación entre elementos de una estructura es indecidible, lo que implica la contingencia y la necesidad de una fuerza externa (una fuerza hegemónica) para explicar la estructura. La hegemonía se entiende así como la capacidad de articular, controlar e imponer significantes parcialmente fijados. La política es la respuesta al vacío de la indecibilidad.

El artículo finaliza abogando por una nueva historia política, reconociendo que aún es prematuro definir sus contornos. Se critica la fragmentación de la disciplina en múltiples historias (social, económica, sociológica, de las ideas, intelectual, cultural, conceptual), lo que dificulta una comprensión integral de los procesos históricos. Se plantea la necesidad de superar esta balcanización disciplinaria para avanzar hacia una perspectiva que combine pluralidad teórica y metodológica. El debilitamiento del patrón establecido del Estado-nación se presenta como un factor clave que impulsa la necesidad de esta nueva Historia Política. Esta nueva perspectiva debe ir más allá de los enfoques tradicionales, superando el eurocentrismo y la visión teleológica propia de las historias nacionales.

La propuesta de una nueva historia política implica un descentramiento de la mirada histórica. Se sugiere una visión de la realidad no como derivativa de un gran eje ordenador (nacional), sino como un ojo liberado de la cartografía “nacional” que explora nuevos caminos para el conocimiento del pasado. Se enfatiza la importancia de analizar la lucha por la hegemonía como elemento central para comprender los procesos históricos, preguntando constantemente por los actores, las motivaciones, las estrategias y los objetivos de estas luchas. El análisis debe ir más allá de las explicaciones basadas en la búsqueda de orígenes y predestinaciones, incorporando las herramientas conceptuales y metodológicas presentadas en el artículo (Historia Conceptual, Análisis del Discurso, Genealogía de Foucault) para analizar la construcción discursiva de los conceptos y su relación con el poder. La transdisciplinariedad se presenta como una herramienta esencial para abordar los complejos desafíos de la situación actual y para generar nuevas formas de comprender el pasado.