
Larrea y la universidad ecuatoriana
Información del documento
Autor | Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba |
Escuela | Colloquia Revista de Pensamiento y Cultura |
Especialidad | Educación Superior, Pedagogía |
Tipo de documento | Artículo de revista |
Idioma | Spanish |
Formato | |
Tamaño | 415.98 KB |
Resumen
I.La Visión Universitaria de Monseñor Juan Larrea Holguín Un Análisis de su Pedagogía y Doctrina
Este artículo analiza la visión de la educación superior de Monseñor Juan Larrea Holguín, figura clave de la academia ecuatoriana, basándose en sus escritos y anécdotas. Su pedagogía, profundamente arraigada en la doctrina católica, enfatiza el amor a la verdad como fin último de la labor académica. Se explora su concepto de la libertad y la responsabilidad en el ámbito universitario, junto con la importancia del pluralismo y la búsqueda de sentido en la docencia.
1. Fines Objetivo y Subjetivo de la Labor Académica
El análisis comienza delimitando los fines últimos, objetivo y subjetivo, de la labor académica según la perspectiva de Monseñor Larrea. Se establece que el fin subjetivo último, prioritario sobre los objetivos específicos de cada tarea, era Dios. Este principio permea toda su vida, su trabajo como abogado y profesor, su sacerdocio y su vasta producción literaria. Esta dedicación encarna la espiritualidad del Opus Dei, la santificación personal en medio de las tareas ordinarias. La investigación explora cómo este fin último, influenciado por la filosofía de San Josemaría Escrivá de Balaguer, guía y da sentido a la actividad académica, contrastándolo con la motivación instrumental de un estudiante que busca solo el beneficio inmediato (por ejemplo, un estudiante de mecanografía que considera la utilidad del oficio para su futuro laboral). Se menciona la conocida anécdota de Eduardo Ortiz de Landázuri y la respuesta de San Josemaría: la formación universitaria no se reduce a la creación de una institución, sino a la santificación personal a través de ella. Esta idea es reiterada por Álvaro del Portillo en su mensaje a los estudiantes de la Universidad de los Andes en Santiago de Chile.
2. El Amor a la Verdad y sus Virtudes Implícitas
El estudio se centra en el “amor a la verdad” como pilar fundamental de la visión universitaria de Monseñor Larrea. Se explica que este amor no se limita a la simple pasión por el estudio o la satisfacción intelectual de un descubrimiento, sino que trasciende las emociones pasajeras, incluyendo el cansancio y el tedio inherentes a la investigación. La alegría del hallazgo, aunque importante, es considerada un reflejo del bien conseguido, la verdad misma. Se exponen las concepciones de Larrea sobre la verdad objetiva (las cosas son como son por creación divina) y la verdad subjetiva (la capacidad de la razón para captar la verdad objetiva), rechazando el relativismo y subjetivismo que niegan o relativizan la verdad. Se critica el agnoscismo, el escepticismo y las ideologías relativistas, que son calificadas como “ofensas filosóficas” a la verdad. Monseñor Larrea afirma la posibilidad de nuestra inteligencia para captar la verdad objetiva, aunque de manera parcial. Esta capacidad se fundamenta en la facultad divina de conocer y querer, orientada hacia la verdad y el bien. La discusión incluye referencias a las limitaciones de las teorías científicas y la necesidad de un principio trascendente de verdad, citando ejemplos de sus propias obras y el pensamiento de otros autores.
3. Obras Principales y Fuentes de Estudio
La visión de Larrea sobre la universidad se basa principalmente en cuatro obras: 'Doctrina para vivir' (1986), que explora la doctrina católica sobre educación; 'Nuevo Catecismo Universal' (1993), una obra didáctica que resume el Catecismo de la Iglesia Católica; 'Educación ética y cívica' (1993), un libro pedagógico para jóvenes; y 'Derecho constitucional', tomo I (2000), que aborda técnicamente el derecho constitucional a la educación. Adicionalmente, se utilizan otras charlas, conversaciones, discursos, y anécdotas de su vida como material de estudio. Estas fuentes ofrecen una visión integral de sus pensamientos sobre la educación superior, sus métodos pedagógicos y su concepción filosófica y teológica de la universidad.
4. Método de Enseñanza y Formación Integral
Monseñor Larrea, más allá de ser un profesor, se desempeñó como un formador integral de personas. Su método de enseñanza, inicialmente basado en clases magistrales, evolucionó hacia una mayor interacción y cordialidad con los alumnos, permitiendo interrupciones y preguntas. A pesar del cambio, mantenía un ritmo intenso en sus exposiciones. Se resalta su compromiso con la puntualidad, el optimismo, y las correcciones con tino, incluso felicitando por escrito a sus alumnos por trabajos bien realizados. Su pedagogía se caracterizaba por una “racionalidad extraordinaria”, dejando una huella perdurable en sus estudiantes. Se mencionan testimonios de antiguos alumnos que aún conservan sus apuntes y utilizan sus métodos de presentación de temas jurídicos décadas después. La humildad se manifiesta en su trato con todos por igual, sin importar su condición social o económica; su capacidad de escuchar y dejar pasar opiniones contrarias, incluso erróneas, demuestra su apertura al diálogo y su serenidad.
II.El Amor a la Verdad Fundamento de la Labor Académica
Larrea considera el amor a la verdad como el fin subjetivo último de la labor universitaria, ligado a una profunda espiritualidad. Para él, la verdad objetiva, creada por Dios, debe ser buscada con rigor intelectual, aunque reconoce la existencia de una verdad subjetiva, siempre en relación con la objetiva. Rechaza el relativismo y el subjetivismo, considerando que la investigación científica, ética y moralmente responsable, debe conducir a Dios.
1. Verdad Objetiva y Subjetiva Una Perspectiva Cristiana
Monseñor Larrea articula una concepción de la verdad arraigada en la fe cristiana. Distingue entre verdad objetiva, entendida como la realidad creada por Dios con una naturaleza precisa y perfección propia de cada ser, y verdad subjetiva, la capacidad de la razón humana para captar esa verdad objetiva. Este enfoque rechaza el relativismo y el subjetivismo, ideologías que considera 'ofensas filosóficas' al negar o relativizar la verdad objetiva. Larrea afirma la consistencia del mundo y la capacidad de la inteligencia humana para acceder a la verdad, aunque sea de forma parcial, siempre en relación con la verdad objetiva. Cita la frase: “Si aceptamos esta profunda realidad de las cosas, tendremos que admitir por igual, que la facultad que Dios nos ha dado, de conocer y de querer, debe dirigirse a su finalidad: la verdad y el bien” (Larrea, 1997, pág. 94), ilustrando su convicción en la búsqueda de la verdad como fin último, orientada por la razón y la fe, y rechazando las ideas de que la verdad es inalcanzable o que el conocimiento es únicamente contextual y perfectible (en alusión a Popper).
2. El Amor a la Verdad más allá de las Emociones
El amor a la verdad, para Larrea, trasciende las emociones intelectuales o físicas asociadas a la investigación. No se reduce a una pasión imparable por el estudio o una placidez en la lectura, emociones que son solo momentos dentro del proceso. La alegría del hallazgo, aunque presente, es un reflejo del bien conseguido (la verdad), no su esencia. De igual manera, la ilusión inicial de una investigación y la alegría por los resultados son reflejos del bien conseguido, no el fin en sí mismos. La búsqueda de la verdad implica perseverancia y esfuerzo, aun con momentos de cansancio y tedio. Este enfoque resalta la importancia de una motivación profunda e intrínseca, más allá de las gratificaciones inmediatas o las emociones transitorias, en el proceso de búsqueda del conocimiento.
3. La Verdad en la Doctrina Católica y su Relación con la Razón
Larrea defiende la compatibilidad entre fe y razón como vías legítimas para acceder a la única realidad, rechazando la idea de contradicción entre ambas. Cita la doctrina católica: “A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas” (Cc. Vaticano I: DS 3017). Afirma que la fe, como don gratuito de Dios, no anula el juicio de la razón, sino que lo complementa y amplía, permitiendo contrastar los hallazgos de la razón y determinar su corrección. La revelación divina ilumina la inteligencia humana y permite una mejor comprensión del universo y del hombre. Para Larrea, esta relación entre fe y razón permite una comprensión más profunda de la verdad. Se hace una distinción entre verdades supremas, incuestionables (principios lógicos, evidencias metafísicas, datos de experiencia universal), y verdades sujetas a rectificación (teorías científicas). Este razonamiento se aplica a la educación, defendiendo el respeto a las convicciones religiosas, su refuerzo y mejora, sin afectar la libertad de pensamiento.
III.Libertad Responsabilidad y Pluralismo en la Universidad
Larrea defiende la libertad académica, pero la entiende como una libertad responsable. Promueve el pluralismo de ideas, pero rechaza el relativismo moral. Su visión se basa en la doctrina social de la Iglesia, y aboga por la garantía del derecho a la educación religiosa, tal como se plasmó en la Ley de Libertad Educativa de las Familias en Ecuador (Ley 69, publicada en 1994 y posteriormente derogada). Larrea enfatiza que el fin último trasciende la búsqueda de riqueza material, priorizando el servicio y el bien común.
1. Libertad Académica y Responsabilidad Individual
Monseñor Larrea defendió la libertad en el ámbito académico, pero la enmarcó dentro de la responsabilidad individual. Esta libertad no es ilimitada, sino que debe estar guiada por principios morales y un sentido ético profundo. En su visión, la apertura a diversas corrientes de pensamiento no implica indiferencia ante lo bueno y lo malo, sino la exclusión del sectarismo y el pensamiento cerrado. Una libertad sin límites que permita la destrucción de los ideales básicos de la convivencia nacional sería inaceptable. La educación, desde esta perspectiva, no debe ser un medio para difundir ideas o principios que destruyan al Estado. Se cita un ejemplo en la Constitución del Ecuador, donde se plantea que la libertad debe tener un justo encauzamiento. La libertad, para Larrea, está al servicio del amor a Dios y a las personas y la búsqueda de la verdad; no se centra en la satisfacción material inmediata, sino en el servicio, el bien común y la ayuda al prójimo. Este principio se aplica tanto a la vida empresarial, como a la labor académica, rechazando una visión reduccionista enfocada solo en el lucro económico.
2. Pluralismo y Libertad Religiosa en la Educación
Larrea abogó por el pluralismo en el campo religioso, defendiendo el derecho de los padres de familia a elegir la orientación religiosa que consideren adecuada para sus hijos. Para los hijos de familias católicas, la enseñanza debe inspirarse en los principios católicos; para los hijos de ateos, es tolerable una enseñanza que prescinda de Dios. Lo que no es aceptable es condenar a todos a la ignorancia religiosa bajo el pretexto de respetar únicamente la libertad de conciencia de quienes no tienen creencias religiosas. Su compromiso con esta libertad se manifiesta en su papel clave en la promoción y aprobación de la Ley de Libertad Educativa de las Familias en Ecuador (Ley 69, 1994), que garantizaba dos horas semanales de instrucción religiosa y moral en los centros educativos, de acuerdo a la preferencia de los padres. Esta ley, posteriormente derogada, refleja su lucha por asegurar el derecho a la educación religiosa, preparando a cientos de profesores de religión católica para cubrir la demanda.
3. Responsabilidad en los Estudios y la Gratuidad Educativa
Larrea promovió la responsabilidad en los estudios, planteando que la gratuidad total en la educación superior, aunque loable en la escuela, podría generar abuso. En su opinión, un sistema de becas incentivaba un mayor sentido de responsabilidad en los estudiantes. Cuando la Constitución de 1978 extendió la gratuidad a todos los niveles educativos, incluyendo el universitario, Larrea argumentó que una colaboración económica de los estudiantes, junto con un sistema de becas para los más necesitados, podría evitar el abuso de la gratuidad y generar beneficios adicionales. Se buscaba así fomentar la responsabilidad y evitar el acceso universitario de quienes no valoraban la oportunidad.
IV.Orden Disciplina y Exigencia en el Quehacer Académico
Para Larrea, el orden y la disciplina son esenciales en la vida académica, fundamentados en la búsqueda del fin último. Se destaca su propio ejemplo de rigor, organización y puntualidad en su trabajo como profesor e investigador. Su método de enseñanza, aunque inicialmente magistral, se adaptó a una mayor interacción con los estudiantes con el tiempo. Su enfoque formador buscaba el desarrollo integral de la persona.
1. Orden y Disciplina como Reflejo del Fin Último
Monseñor Larrea veía el orden y la disciplina no como reglas estáticas, sino como procesos dinámicos y constantes, sujetos a perfeccionamiento o deterioro. Esta perspectiva se basa en la idea de que el orden en todas las esferas de la vida (personal, intelectual, volitiva, jurídica) depende del fin último de la persona. Sin un fin último, una razón profunda para vivir (para Larrea, Dios), el orden carece de sentido, volviéndose vano. Esta profunda intuición metafísica se refleja en su propia vida y trabajo, descrita por varios testimonios que destacan su gran organización y disciplina. Se mencionan ejemplos concretos: su puntualidad en clases, su biblioteca perfectamente ordenada, sus miles de fichas de estudio organizadas meticulosamente (inicialmente en cajas de zapatos, luego en cajas de madera y finalmente en su computadora portátil), sus horarios rigurosos para el trabajo y el descanso, su capacidad de atender interrupciones sin perder el ritmo de trabajo, y su cumplimiento del refrán: 'sin prisa, pero sin pausa'.
2. Exigencia Académica y Método de Enseñanza
La exigencia académica de Monseñor Larrea se evidencia en su dedicación a la preparación de sus clases, incluso aquellas que conocía de memoria, buscando la mejor forma de transmitir el conocimiento a sus alumnos. Sus clases eran descritas como pedagógicas y llenas de “racionalidad extraordinaria”, dejando una huella perdurable en sus estudiantes. Se mencionan testimonios que destacan la claridad y el impacto de sus clases, incluso décadas después. Su método de enseñanza evolucionó a lo largo del tiempo: mientras en los años 60 utilizaba clases magistrales, en los 90 adoptó un enfoque más interactivo, permitiendo interrupciones y preguntas, manteniendo sin embargo su ritmo intenso y su capacidad para transmitir conocimiento con eficiencia. Se destaca su función no solo como profesor de materias específicas, sino como formador integral de personas.
3. La Humildad como Virtud Académica
La humildad es destacada como una virtud clave en la vida y la labor académica de Monseñor Larrea. Se presentan ejemplos concretos: su rechazo a tener secretarios como Arzobispo de Guayaquil, atendiendo personalmente todas las comunicaciones; su trato igualitario con personas de diferentes estratos sociales; su serenidad y paciencia ante opiniones contrarias; y su capacidad para rectificar humildemente. Se menciona el ejemplo de una conversación con un estudiante que cometió un error fáctico, donde Larrea, en lugar de corregirlo directamente, lo invitó a verificar la información, demostrando humildad y respeto. La humildad para Larrea implicaba no estar apegado a sus propios métodos, lo que se refleja en su adaptación a las nuevas tecnologías en sus últimos años de vida. Este valor también se destaca en la manera en la que enfrentaba los reconocimientos académicos, mostrando una actitud humilde y sin vanagloria.
V.Espíritu de Servicio y Cooperación La Trasmisión del Conocimiento
Larrea creía en la naturaleza colaborativa del conocimiento. Influenciado por la visión escolástica, promovió la cooperación entre investigadores y la transmisión generosa del saber adquirido. Se menciona su colaboración con otros académicos, como Julio Tobar Donoso en la obra “Derecho constitucional ecuatoriano”, y su estímulo constante a sus alumnos para que escribieran y publicaran sus propios trabajos. Su enorme producción bibliográfica y su labor en la fundación de instituciones editoriales (Corporación de Estudios y Publicaciones -CEP-) reflejan su compromiso con la difusión del conocimiento.
VI.Magnanimidad Audacia y Fortaleza en la Defensa de la Verdad
Larrea demostró magnanimidad, audacia y fortaleza al defender la verdad, incluso en contextos adversos. Su compromiso con la doctrina católica le llevó a enfrentar la oposición con valentía, defendiendo la fe en la cátedra y en la vida pública. Su extensa obra escrita, realizada a pesar de las dificultades económicas y sociales, demuestra su perseverancia en la difusión de la buena doctrina.
1. Dos Fines Claros Acceso Personal y Facilitación a Otros
El enorme esfuerzo de Monseñor Larrea en la lectura, investigación, y vida virtuosa tuvo dos objetivos claros: su propio acceso a la verdad para construir su vida interior, y la facilitación de ese mismo acceso a los demás. Se destaca que la formación de otros depende de su propia formación, por lo que su compromiso con la formación de muchos requería una formación personal profunda. En este punto, se menciona la influencia del consejo de San Josemaría Escrivá de Balaguer, quien afirmaba la necesidad de una formación continua. El texto destaca la dedicación de Larrea a construir su vida interior a través del conocimiento y la vivencia de las virtudes académicas, en búsqueda de la verdad.
2. Magnanimidad y Audacia en la Difusión de la Doctrina
La sección enfatiza la magnanimidad, audacia y fortaleza de Monseñor Larrea en la propagación de la verdad, especialmente de la doctrina católica. Se describe su prolífica producción literaria (más de cien libros y numerosos artículos), la creación de proyectos editoriales de gran envergadura (enciclopedias, la Corporación de Estudios y Publicaciones -CEP-), la promoción de editoriales, la fundación de seminarios y escuelas, la donación de su biblioteca, y su trabajo en televisión. Se destaca su labor en medio de las dificultades económicas, la escasez de tiempo y recursos, y un ambiente a menudo hostil a su fe. Se diferencia la facilidad de hablar de la religión católica entre fieles, de la valentía necesaria para defenderla ante quienes no comparten sus convicciones morales, en temas sensibles como la anticoncepción, el aborto, y cuestiones de género, ante la oposición y la crítica. La valentía de Monseñor Larrea se manifestó en la defensa pública de la verdad, en diversos foros y ante diferentes audiencias, incluso en medio de protestas y un clima de hostilidad.
3. La Fortaleza ante la Oposición y la Conjuración del Silencio
La fortaleza de Monseñor Larrea se ilustra a través de ejemplos de su enfrentamiento a la oposición y la hostilidad que encontró al defender sus convicciones. Se menciona específicamente su experiencia al promover la construcción de la estatua de la Virgen del Panecillo en Guayaquil, enfrentando la 'conjuración del silencio' (condenada por Pío XII) de un sector antirreligioso que lo criticó fuertemente. Defendió la verdad en la cátedra, en conferencias públicas, y ante las autoridades, resistiendo la presión y los ataques. Su compromiso con la verdad, incluso ante un ambiente adverso, subraya su valentía y su dedicación a la difusión de sus convicciones. El texto concluye enfatizando su compromiso con la transmisión amable de la verdad, su humildad, y su fidelidad a sus convicciones religiosas, vistas no como imposiciones, sino como un auxilio para volar más allá de lo que la inteligencia sola podría lograr, buscando entender profundamente sus creencias para extraer conclusiones aplicables a todas las ciencias humanas.